sábado, 19 de noviembre de 2016




Escocia, 28 de Julio, 22:30

Travis repasaba el castillo con la ira de sus profundos ojos azules, pues hacía unas semanas que aquel destartalado palacio, había destrozado la armonía de su vida.
Se preguntaba dónde se encontrarían sus compañeros, se preguntaba si habían desaparecido como últimamente lo estaban haciendo todas las personas que entraban en el Castillo de Escocia.

La sombra estaba quieta, de pie, fría, avisando a Travis de que algo iba mal. 
Se hizo un largo silencio y, tras este, desde la profundidad de aquella puerta abierta, se podían escuchar unos grandes pasos de otra de las sombras, jugando con los elementos de la habitación.

Aquella caja de música cuya melodía a Travis le había regalado los pocos momentos de tranquilidad, cayó al suelo, haciendo retumbar sus cantos angelicales.

La puerta principal del castillo se cerró, encerrando con ella las nubes oscuras del cielo escocés.

Travis se agarró el pecho, sintiendo en él una enorme presión. De sus suaves mejillas, sus poros dieron paso al sudor, provocado por el temor del momento. Su miedo era inmenso, pues ni a sus ojos les habían dado tiempo de soltar las primeras lágrimas cuando, desde el espejo del recibidor, la sombra se reflejaba encima de su cuerpo.

Aquel irreconocible ser, representado en sombra, susurró unas suaves a la vez que incómodas palabras. 

Travis gritó tan alto como pudo al escucharlas pero, de nada sirvió, pues la sombra ya había salido del espejo adentrándose en su cuerpo.
En su muñeca quedó dibujada una pequeña marca que marcaría el paso de los siguientes acontecimientos de su vida.

Desde el peñón de las afueras, se podía ver como el castillo se envolvía en una explosión de cristales, cristales de ventanas que se rompían con el sufrimiento de los gritos que se escuchaban desde el interior.



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