lunes, 28 de noviembre de 2016

Capitulo 2

Celia

De sus manos cayó el móvil, el señor al otro lado de la línea,la nombraba preocupado.

-¿Señorita?-Decía.

Salió de la habitación y se metió en el baño, cerró la tapadera del retrete y allí se sentó, a llorar.
  
Aquella inesperada llamada no se comparaba con lo que estaba apunto de llegar. No sabía el riesgo al que se estaba exponiendo; pues quien juega con fuego, se acaba quemando.

Celia comenzó a pensar en los últimos cinco años. Todo fue para ella como un complicado laberinto, lleno de cruces peligrosos sin salidas.
En el primer cruce, su padre tuvo que irse a trabajar muy lejos, pues la economía en casa no era del todo estable.
En el segundo, tras haber excavado dos años en las minas de las montañas más altas de Perú, el padre de Celia, murió. Las incesables horas extrayendo carbón en las profundidades de la mina, expusieron a Roberto en una complicada pulmonía, por la humedad y falta de aire.
En el tercero, tras el fallecimiento de su marido, la madre abandonó las fuerzas y se dedicó a la bebida; cervezas, cartones de vino, Jack Daniels,ect. Esto supuso que Celia saliera adelante, buscándose un pequeño trabajo en una peluquería e impartiendo clases particulares por las tardes, sacando adelante poco a poco a su hermano y a su alcohólica madre.

Consiguió salir de ese laberinto, pero no le quedaba mucho más para volver a entrar en él.

Lo paranormal y viajar eran sus mayores aficiones. Ella no sabía era que cambiarían su vida en un instante.
Celia no pensaba que fuera la primera elegida por el Estado para viajar al Castillo de Escocia; al fin y al cabo eran muchos chicos y chicas los que, como ella, se inscribieron en la página.

Al principio, la elección no suponía un problema, pues solo le parecía un divertido viaje del que luego sacaría hermosos recuerdos.
Después de que las noticias presentaran en todo el mundo que las elecciones anuales serían obligatorias, hubo algo que no encajaba y que, a la par, ponía los pelos de punta.
Esa esencia tan espeluznante no se hallaba tan solo en los oscuros confines del castillo, sino también en los planes que el Estado tuviera para todos aquellos muchachos.

Celia se levantó y se miró al espejo tratando de calmarse y de convencerse a sí misma de que todo iría sobre ruedas.
Abrió el grifo del lavabo y se echó un poco de agua, quitándose con un paño las gotas de maquillaje corrido por sus suaves y rojizas mejillas.

Rápidamente cogió algo de ropa y la metió en su bolso, salió de casa con el pijama puesto.
Dobló la esquina y paró a un taxi, se metió dentro.
Después de darle las indicaciones y de que el conductor la mirara mal por su aspecto descuidado, Celia llegó a la conclusión de que jamás volvería a pasar sola por una mala noticia.

Fue a buscar a su hermano y pasó esa noche con él.

Él era la única razón por la que Celia mantenía las fuerzas con su madre, únicamente para proteger a uno de los pocos amores de su vida, su hermano de trece años.

Cuando despertó, ella lo miraba con cariño y acariciaba sus mejillas, pues cuanto más lo observaba peor se sentía al tener que dejarlo en manos de aquella mujer.

Bajó a desayunar. Tomando un zumo bien frío y mirando atentamente el movimiento de las manecillas del reloj, Celia se preocupaba de que su madre, Aurora, llegara a casa.

-Tengo que salir cuanto antes.-Dijo.

Cuando se levantó para ponerse el abrigo y dejarle una despedida por escrito a su familia, alguien la detuvo.

-¿Por qué tienes que irte?.-Dijo su hermano.

-Javier, vuelve a la cama.-Contestó Celia besando su cabeza.

-Ya no tengo sueño.-Dijo él.

Celia suspiró y procedió a contarle todo lo que le sucedió tras recibir la inesperada llamada de ayer.

-¿Y cuándo te vas?.-Contestó Javier.

-No sé, ahora he de ir a un sitio en el que estoy citada por el hombre que me llamó. Seguro que querrán darme algunas indicaciones respecto el viaje.

Volvió a besar su cabeza y salió de casa, no antes de explicar lo mucho que lo quería y que no sabía si lo volvería a ver. Recomendó a su hermano tener mucha paciencia con mamá y, sobretodo, que esperara con muchas ganas a que volviera de aquel castillo.

Cogió otro taxi, esta vez un poco más arreglada que la anterior noche.

Conforme el vehículo se iba aproximando al lugar, más espeluznantes se veían las calles desde la ventanilla. 
Celia dudó unos instantes, pues aquellos presentimientos que estaba sintiendo en aquel momento, no eran precisamente buenos.

Se decidió por bajar del taxi y utilizó el gps para recorrer las últimas calles, las cuales solo permitían el acceso a vehículos autorizados.
Una vez llegó al edificio, perpleja por la asombrosa estatura de este y lo cuan sofisticado era pese a estar en aquel extraño barrio, acudió a su interior.
La imagen desde dentro no tenía nada que envidiar a la que se observaba desde fuera, pues la elegancia que recorría cada pieza del edificio, se palpaba en todo rincón de este.
No obstante, algunas cosas sobrepasaban la expresión de la elegancia, es decir, eran tan pequeños pero tan grandes los detalles como aquellas rosas negras que brotaban de las cornisas y que recorrían las paredes, los negros sofás aterciopelados del recibidor y los negros cuadros, viéndose en ellos reflejados a un grupo de hombres y de mujeres de aspectos serios, que también portaban negras vestimentas; que era fácil pensar en aquel edificio de manera en que se pusiera el bello de punta.

Celia se sentía de esa forma, embelesada por la hermosa organización de aquel lugar, pero horrorizada por aquellos elementos negros, que tan malas pintas inspiraban.

En una ancha mesa igual a aquellas que podemos encontrar en los recibidores de grandes oficinas, una administradora miraba a Celia, sin asombrarse de que aquella chica hubiera entrado en aquel lugar, pues ya estaba esperando su visita.

-Señorita.-Dijo la mujer.

Celia alargó los pasos hasta ella y se quedo mirando, si saber que decir.

-Señorita.-Volvió a repetir la mujer.

Rubia, con moño y con unos preciosos y brillantes ojos azules, la administradora apretó un botón y se colocó un mechón de pelo tras las orejas.

-¿Qué pasa?.-Se atrevió a preguntar Celia.

-No se preocupe, enseguida bajará.

-¿Quién bajará?

La administradora, sin responder a la pregunta, salió de aquella mesa y, con sus largas y morenas piernas, se metió en otra habitación.

Tras unos minutos esperando, desde una de las altas escaleras por las que volvían a asomar un montón de aquellas negras rosas, un hombre, de porte sería, vestimenta negra e indiscutible elegancia, bajaba.

Celia se frotó las manos contra la camiseta, pues estas, sudorosas, estrecharían la mano de aquella persona, la cual, sentándose en el sofá de terciopelo, comenzó a hablar.

-Bien, vamos a dejarnos de gilipolleces.-Dijo el hombre.-Mi nombre es Kieran, Kieran Read.

-Encantada.-Contestó ella.

-Me alegra que te encante conocerme, porque a mi no me alegra conocerte a ti.-Paró para acariciar nerviosamente su castaña barba.-Y ahora sin más dilación, procedo a contarte la historia. Ya sabes que eres la primera elegida para ir al castillo de Escocia, bien, pues fuiste gilipollas.

-¿Perdona?.-Dijo Celia perpleja.

-Lo que oyes.-Dijo.

-De saber que esto sería obligatorio, ni en broma se me habría pasado por la cabeza el apuntarme a esta pedazo de mierda.

-Continuo.-Dijo él.-El Estado manda a un especialista a cada elegido, es decir, que voy a ser la persona que te prepare durante el viaje, para que ganes ese asqueroso concurso. Ahora bien, te guste o no, vas a obedecer mis órdenes en todo momento.

Celia se levantó del sofá.

-Ni de broma.-Negó.

-Mira, yo ni siquiera sé el fin por el que están haciendo esto, se supone que es información confidencial. Sin embargo hay algo que sé muy bien, estas obligada a hacer esto y yo también.

-Pues me escapo.-Dijo ella.

-Si te escapas, te buscarán y te harán mucho daño.-Dijo Kieran.-El viaje se realizará pasado mañana, tienes que llevar en la maleta lo que te ponga en este papel que te voy a dar. Dicho esto, me voy, que estoy hasta los huevos del día que llevo.

Aquel hombre, de ojos verdes y anchos hombros, le entregó el papel a Celia y, despareció subiendo por las escaleras de las que había bajado.

Celia, más asustada que antes, salió del edificio, tratando de responderse algunas preguntas, que habían quedado sueltas en su cabeza tras aquella conversación.

¿Un especialista? ¿Para qué? ¿Para qué se necesitaba un especialista en un viaje?

Después de un rato deliberando la mejor respuesta, volvió a casa para comenzar a hacer las maletas.












domingo, 20 de noviembre de 2016

Capítulo 1

WILLIAM

-Tronco, tronco.-Repetía William.

Su amigo Rob, sin despegar el tazón de cereales de su boca, se acercó.

-¿Qué te pasa?-Preguntó.

William señalaba la pantalla del ordenador, mientras se recorría toda la habitación con la silla de ruedecillas del escritorio, alegremente.

Rob, a la par que metía una cucharada de cereales en su boca, leyó lo que su amigo había señalado.
Casi atragantándose con la leche, abrió mucho los ojos.

-Will, pareces gilipollas.-Le dijo.

-Es una pasada tío, no me jodas el momento.-Dijo Will mientras rebuscaba en su armario.

-¿Qué vas a hacer si te eligen?-Dijo Rob.

La pregunta quedó en el aire durante unos segundos. Will sacó unos cuantos aparatos de gran peso, hasta que se dignó a responder.

-¿Estás de coña? Me llevaré mis cámaras nocturnas y mis detectores de fantasmas.

Dio un beso a la lupa de su cámara, después, con mucha delicadeza, la posó en el suelo y se situó en mitad de la habitación, bailando una extraña danza.
Su amigo Rob, lo miraba con repudio.

-Eres idiota.-Soltó este.

-Estoy celebrándolo Rob, ¡Es Escocia! además, ¿Y si gano? ¿Te imaginas el premio? Podría hacerme multimillonario tronco. Me compraría una mansión y metería a muchas tías en pelota, tías con el culo muy grande. ¡Es increíble! Tengo que contárselo a mis viejos.-Dijo William metiéndose en su chaqueta y saliendo a la calle.

Rob, con los ojos en blanco, respondió:

-Por si no has leído bien, te digo que en la página no viene el premio; joder ¿Quién quiere ir a vivir a un puto castillo del terror? Nadie más que tú.

-Seguro que hay un montón de pringados como yo....y muchas tías buenas. Rob, no te preocupes por mí, me sé cuidar bien.-Dijo mientras corría a su coche.

Una vez dentro de este, arrancó el motor y abrió la ventana.

-¡Adiós capullo!.-Gritó Will desde dentro.

Rob, llevándose una vez más la cucharada de cereales a la boca, mostró a su amigo el dedo corazón y se metió de un portazo en casa.

En una parada en el semáforo, William encendió la radio y, mientras sonaba la canción "Stayin' Alive" de Bee Gees, se colocó sus gafas de sol, cantando.

Will pasó su adolescencia criándose en la calle. Sus padres se vieron obligados a dejar que este se retirará del instituto. Lo único que le interesaba en la vida era jugar al baloncesto y trabajar de actor en las grandes películas de Hollywood.
Siempre fue el pequeño abusón de colegio y el típico mal estudiante que escondía los exámenes suspensos debajo de la cama. Aunque también guardaba en secreto sus pequeñas y "extrañas" aficiones; como lo paranormal o el coleccionar las etiquetas de toda la ropa que se compraba.
También fue y sigue siendo bastante mujeriego, pues en este mundo a parte del baloncesto y una lata de cerveza, no hay nada que más le guste a William que una mujer con un buen par de delanteras.

Cuando por fin el semáforo marcó verde, ascendió lo que le quedaba de calle, volteó a la derecha y aparcó al lado del coche de sus padres.
Al salir del coche, se desabrochó un botón de su elegante camisa azul y tocó al timbre.

-Peter, abre.-Dijo la voz de una mujer desde dentro.

La puerta se abrió, dando paso a un enorme perro blanco.

-Quieto Ramsey, ni se te ocurra babear en mis zapatos nuevos.-Dijo Will, entrando en la casa.

Su padre, un hombre elegante, alto y de anchos hombros, sonrío a su hijo a forma de saludo.
William, contestó con otra de sus amplias sonrisas, mostrando sus blancos dientes.
Quitó sus gafas de sol de sus ojos y las colocó en la mesa del recibidor.

Desde la cocina, un aroma a tarta de manzana impregnaba toda estancia. Su madre se encontraba en ella, trabajando sobre sus libros de recetas.

-¡Mamá!.-Gritó Will.

Gloria, que así se llamaba, entró al salón para abrazarlo.

-Cada día estás más alto, William.-Dijo esta.

-Claro que no mamá, eres tú la que cada día se hace más chica.-Dijo Will.

Su padre, sentándose en el sofá de cuero, alzó la voz para formular la pregunta mágica.

-¿Qué quieres Will?

-Nada, vengo a contaros algo increíble.-Hizo una pausa para coger una magdalena de la cocina.-¡Puede que me vaya a Escocia! A un castillo fantasma o algo de eso. ¡Eso va a ser la hostia!

Peter, que así se llamaba el padre, puso los ojos en blanco y sin dignarse a responder, comenzó a acariciar la enorme cabeza del perro.

-Hijo, ¿Qué vas a hacer allí?.-Preguntó Gloria, un tanto preocupada.

-Es una especie de concurso. Me llevaré mis cámaras para grabarlo todo. Si filmo cosas interesantes como algún que otro fantasma, podría hacer una película impresionante. El premio me da igual, a menos que sea dinero, entonces si me interesa.-Contestó William emocionado.

-¡No me jodas!-Exclamó su padre, levantándose de un brinco con la energía de un chaval de 15 años.

Will río.

-Nos iremos de putas.-Dijo.

-¿De putas? Nos compraremos una mansión playboy si hace falta.-Dijo Peter, chocando los cinco con su hijo.

La madre, atestando un golpe en la cabeza de ambos, con el trapo de secar los platos, dio un grito enfadada, haciendo que las venas de su frente se pusieran del tamaño de sus dedos.

-¡Peter! ¡No me extraña la actitud de mi hijo, teniéndote a ti como padre!

-Mamá, no te enfades.-Dijo Will, volviendo a coger sus gafas de Sol.-No es seguro que vaya, solo eligen a unos tres o cuatro chicos de cada país.

-William, vete ya, que vamos a comer.-Contestó enfadada.

Este, besando las mejillas de su padre, se colocó las gafas y salió de casa, esta vez poniendo rumbo a su trabajo.

Aunque el cine y el baloncesto fueran sus grandes planes del futuro, en el presente, Will debía de hacerse cargo de un pequeño bar a la entrada del pueblo. Deisy, la camarera, fue dueña de este negocio desde su apertura y, pasados cuarenta y siete años, llegó la hora de su jubilación. 
Deisy decidió poner el negocio en manos de Will, pues este trabajaba en él desde que salió del instituto, convirtiéndose en un hijo para ella.

Al entrar al bar, Will se tuvo que despojar se su elegante ropa de fiesta, para meterse en su informal delantal y uniforme de trabajo.

Cuando llegó a la barra, Deisy lo saludaba con un guantazo en su trasero.

-¡Hola preciosa!.-Saludó Will.-No me pegues esos azotes que podrías ser mi madre.

-Cariño, ninguna negra tiene el privilegio de tocarte el culo más que yo.-Contestó esta.

El chico río y, acto seguido, se olvidó de todo y se concentró en su trabajo. Aunque su apariencia engañe, se trata de una persona capaz de dejar atrás el cachondeo para trabajar con responsabilidad y madurez.

Después de haber servido en unas cuantas mesas, se sentó, para tomar un pequeño descanso.

Bebiéndose una jarra de cerveza, de la tele del bar comenzó el señor de las noticias a hablar de algo que le resultaba familiar.

"El castillo se sitúa en Escocia. Hace un año que lo reformaron conservando su imagen medieval,pero los acontecimientos paranormales que tienen lugar allí, nunca han cesado. Nuestros compañeros de los informativos han verificado que la retención por países comenzará en menos de 48 horas.
Este año las elecciones serán obligatorias, es decir, todo aquel que se haya inscrito y que haya sido elegido, deberá cumplir con su promesa de transición. De lo contrario, su vida podría sufrir graves consecuencias. Las razones de este reclutamiento obligatorio y su finalidad, son información completamente confidencial del estado.
La cuenta atrás empieza, mucha suerte a todos los elegidos"

-Están locos.-Dijo Deisy.

-Mierda.-Dijo Will.

Su morena piel, palideció al escuchar al señor de las noticias.
Rápidamente, cogió su móvil y buscó, con las manos temblorosas, la página en la que se había inscrito al viaje.
Cuando la encontró y pinchó en "borrar inscripción" apareció una ventana en la cual se leía: "Las inscripciones son irrevocables"

-Mierda, mierda, mierda.-Volvió a decir.

-Hijo, espero que no te hayas apuntado a eso.-Dijo Deisy mirándolo preocupada.

Will asintió.

-Joder.-Dijo ella.

Sin decir más nada, Deisy le dio el resto del día libre, para que intentara olvidarse de lo que había escuchado en la televisión.

William, dentro de su coche, escuchando "Great Balls of fire" de Jerry Lee Lewis, comenzó a mentalizarse de que todo estaba bajo control.

Cuando metió las llaves en el contacto y arrancó el coche, la luz de su móvil iluminó el interior.
Un número desconocido lo estaba llamando.






sábado, 19 de noviembre de 2016




Escocia, 28 de Julio, 22:30

Travis repasaba el castillo con la ira de sus profundos ojos azules, pues hacía unas semanas que aquel destartalado palacio, había destrozado la armonía de su vida.
Se preguntaba dónde se encontrarían sus compañeros, se preguntaba si habían desaparecido como últimamente lo estaban haciendo todas las personas que entraban en el Castillo de Escocia.

La sombra estaba quieta, de pie, fría, avisando a Travis de que algo iba mal. 
Se hizo un largo silencio y, tras este, desde la profundidad de aquella puerta abierta, se podían escuchar unos grandes pasos de otra de las sombras, jugando con los elementos de la habitación.

Aquella caja de música cuya melodía a Travis le había regalado los pocos momentos de tranquilidad, cayó al suelo, haciendo retumbar sus cantos angelicales.

La puerta principal del castillo se cerró, encerrando con ella las nubes oscuras del cielo escocés.

Travis se agarró el pecho, sintiendo en él una enorme presión. De sus suaves mejillas, sus poros dieron paso al sudor, provocado por el temor del momento. Su miedo era inmenso, pues ni a sus ojos les habían dado tiempo de soltar las primeras lágrimas cuando, desde el espejo del recibidor, la sombra se reflejaba encima de su cuerpo.

Aquel irreconocible ser, representado en sombra, susurró unas suaves a la vez que incómodas palabras. 

Travis gritó tan alto como pudo al escucharlas pero, de nada sirvió, pues la sombra ya había salido del espejo adentrándose en su cuerpo.
En su muñeca quedó dibujada una pequeña marca que marcaría el paso de los siguientes acontecimientos de su vida.

Desde el peñón de las afueras, se podía ver como el castillo se envolvía en una explosión de cristales, cristales de ventanas que se rompían con el sufrimiento de los gritos que se escuchaban desde el interior.



Personajes masculinos

William Walker


21 años, Reino Unido

Travis Fimmel



22 años, Islandia

Alexander Skarsgard



22 años, Suecia

Jonathan Good



26 años, Estados Unidos

Chris Hemswoth



25 años, Australia

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Introducción, personajes

ANA GREEN


Estados Unidos, 21 años.

ESTELA KHAMIDOVA


Rusia, 18 años.

CELIA RAMIREZ


Perú, 18 años.

JADE BRUNNER 


Suiza, 18 años.


Tres chicas, las cuales no se conocen de nada. Viven cada una en un país y las tres por el azar de la vida, encuentran por internet un castillo fantasma en Escocia en el que cada año se recluta obligatoriamente a tres chicos y tres chicas por país.
Durante un mes entero deben convivir en el castillo. Lo que no saben, es que cada semana una persona muere hasta que finalmente solo quedará una.
Las razones de este reclutamiento no son nombradas en ningún momento, lo que dificultará la tranquilidad de estos "concursantes".
¿Quién quedará el último en el juego?